La figura del asesino serial ha inspirado series, películas, canciones y miles de homenajes omnipresentes en el entretenimiento. Por lo general este tipo de anti-héroes ejercen una atracción mórbida y bipolar en el público; nos repugnan y nos provocan miedo, pero consumimos con fervor cualquier producto cultural basado en sus personas.
Para la radio, la televisión y la prensa escrita, los casos
de los “asesinos en serie” constituyen siempre un tema de noticia muy especial,
porque estos casos sorprendentes, que ocurren en el mundo complejo de la
actualidad, rompen de una manera impactante y horrible el orden normal de la
vida. Escogiéndolos como tema de información, los medios ofrecen al público el
trágico y desconcertante espectáculo de la muerte violenta de unos seres
humanos con los que puede fácilmente identificarse el lector o el
telespectador. La perversa ejecución (sanguinaria o silenciosa) de las víctimas
elegidas por el criminal se convierte también, “ipso facto”, en un motivo de
indignación para el gran público, o en un motivo fascinante de proyección de
las pulsiones de agresividad que operan en lo más oscuro del inconsciente.
Informando sobre el comportamiento de los asesinos en serie, los medios de
comunicación contribuyen a alimentar el interés popular por lo terrorífico y lo
truculento, y a cultivar el miedo y la inquietud ante la posible repetición de casos
similares. Hay que señalar, por otro lado, que la información sobre este tipo
de crímenes puede generar entre la población la exigencia de una mayor
protección policial y una demanda de leyes más duras contra los asesinos.
Conviene precisar también que el fenómeno del asesino en
serie no empieza a existir con la sociedad industrial moderna. Como nos lo
muestra el mito bíblico de Caín y Abel, el crimen es tan antiguo como la
humanidad, aunque el nombre de “asesino en serie” sea más o menos reciente. El
crimen es algo que proviene de la animalidad irracional que pervive en el
interior del ser humano. Éste se afirma, en efecto, como tal, encauzando y
superando el dinamismo instintivo de su “lado oscuro” (lo que Freud llama el
“Inconsciente”, donde operan las pulsiones irracionales de la libido y de la
agresividad; Jung, por su lado, designa el inconsciente individual con el
nombre de “la Sombra”). Si el individuo humano, en lugar de afirmarse como
conciencia libre en diálogo con el otro, cede a las pulsiones de la animalidad
agresiva e instintiva, puede entonces provocar la muerte del otro o de muchos
“otros” a los que considerará un obstáculo o un instrumento para satisfacer sus
obsesiones o apetencias.
Te invitamos a adentrarnos en esas mentes y estos personajes enigmáticos en la tercera temporada de Demente Abierta. Un podcast para amantes del misterio y el crimen verdadero.
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